A la hora de hacer música, ¿qué es lo único que no puede faltar?
¡Las ganas de sonar! ¡Las ganas!
Puede faltar la técnica, la academia,
el lenguaje o el conocimiento
pero no puede faltar la llama,
no puede faltar el fuego:
tiene que haber deseo, ¡un deseo
ardiente de encenderse entero!
Poner el cuerpo al servicio
del dios del tiempo, del dios del juego,,,
El instrumento más exquisito
está al alcance de mis dedos:
mis labios, mis manos aladas,
mis piernas fuertes, mi cuerpo entero.
¡Pongo a vibrar estas cuerdas,
percuto, me lanzo al ruedo!
Aire, fuego, agua, viento:
todo tengo y todo lo puedo…
Mi nombre es todos los nombres:
me llamo carne, también misterio,
me llamo Humano, me llamo Humana,
me llamo Vida, y la celebro…
¡Las ganas de sonar, que existan!
¡Las ganas de incendiar los cielos!
¡Las ganas de alcanzar al viento
con la fuerza de mi aliento!
Con risas o con conjuros,
improperios o lamentos,
con voces graves o vanas,
poemas, decretos, cuentos,
¡poco importan las palabras!
Importa qué llevo dentro
y la fuerza del sonido
que proyecto desde el centro
pues mi sello y mi designio
corren prestos al encuentro
de la atmósfera, su éter,
y mi sacro fuego interno.